Cuento
Santiago, con cinco años, ya rezaba al lado de sus hermanos todas las noches. Pedían por su familia y la de sus amigos para que todos estuvieran sanos y felices.
Se acercaba la Navidad. Ese año uno de los pedidos al niño Jesús era especial. La abuela había ido al oftalmólogo porque estaba con serios problemas en sus ojos. Pasó el tiempo pero a pesar de tratamientos no mejoraba. Los oculistas decidieron hacer una intervención, pero no daban seguridad de que recuperara la visión. Si bien quedaron muy dolidos, pensaron cómo podrían ayudarla si pasara lo peor. Entonces Jorge, el nieto mayor, dijo:
- Abuela necesitará un perro entrenado para acompañar personas no videntes.
La familia al ver la gran inquietud de los chicos, aceptó apoyarlos aún sin dejar de tener esperanza de que la intervención diera resultado.
Visitaron un lugar que recién se establecía en la ciudad para entrenar perros acompañantes. Estaban esperando perros Golden y Labradores donados para esta noble labor. No era tan fácil porque los perros debían ser cuidados de pequeños, con mucho amor y disciplina, en una familia que luego debería despedirse de ellos cuando llegaran casi a los dos años. Sucedía que muchas veces se encariñaban y no los querían devolver quedando en el hogar como mascota.
Santiago el menor de los nietos seguía pidiendo al niño Jesús un perro entrenado para acompañar a su abuela.
Faltaban veinte días para Navidad. La abuelita tenía indicada la última operación casi sobre fin de diciembre.
Pasaron los días. Vino la Nochebuena. La familia festejó al lado del Pesebre como todos los años con tíos y primos. Abuela se veía radiante rodeada de todos sus seres queridos. Después de misa, cenaron y festejaron con fuegos artificiales que el tío Joaquín se encargaba de traer todos los años.
Esa noche Santiago no durmió mucho, pues pedía y pedía por su abuelita.
Al otro día, él y sus hermanos se levantaron temprano, rodearon el Pesebre y el Árbol de Navidad para ver los regalos. Había muchos paquetes, cada cual con el nombre de cada integrante de la familia.
Santiago buscó su pedido con la mirada… y entonces… los vio. Dentro de dos gorritas rojas con pompones blancos que colgaban en la chimenea, dos tiernos cachorros labradores esperaban ser encontrados.
¡Qué alegría para todos ¡Uno de ellos sería el que ayudaría a la abuela!
- Los dos - dijo Santiago- Uno de cada lado.
- No - dijo el padre - uno solo, el otro lo daremos para otra persona que lo necesite.
Dios se había acordado del pedido. ¡Cuánta generosidad el Señor!
Pasaron los días y cuando llegó el 6 de enero, día de los Reyes Magos, el asombro fue muy grande. Además de otros regalitos, una noticia iba a hacerlos muy felices.
Cuando sus tíos trajeron a la abuela, la vieron muy coqueta con unos lentes nuevos. La operación de sus ojos fue todo un éxito. Los médicos no lo podían creer. El milagro más querido se había realizado.
Es que dicen que cuando un nieto reza con gran devoción por su abuela, siempre es escuchado por el Señor.
Desde ese día Santiago y sus hermanos se encargaron de cuidar, en sus primeros años, a perritos que serían acompañantes de personas no videntes.
Alba Marina Riverón Granese